domingo, 25 de julio de 2010

Fly Free : Capitulo 1: Triángulo de enemistad Ptr.1

Fly Free
José René aguilera Magaña

Primer capitulo
Triángulo de enemistad Pt.1

Yo…
Yo…
Agh… no sé por dónde empezar, tanto ha pasado ese fatídico día que realmente, no tengo en mente con que comenzar. ¿Un dicho? ¿Un monólogo? ¿O tal vez una metáfora?

Ugh, me duele la cabeza, pero debo de contar esto, no sé si sobreviviré esta noche, solo quiero que este ambiguo recuerdo quede grabado en los anales del tiempo por lo que espero yo que sea la eternidad, pero solo tengo esperanzas en base a esto. Lo importante ahora es decirle esto al mundo y ya lo demás no me preocupa, después de todo, “ellos” ya están a salvo.

Bueno supongo que tendré que empezar por el principio. Es lo que les dejara más claro cómo es que todo sucedió.


Hace ocho años Natalie, una de mis amigas, se había casado con el hombre que ella proclamaba como su vida, fueron felices por dos años enteros, después tuvieron una pequeña bebé llamada Mía, yo los visitaba de vez en cuando y me alegraba de solo ver lo felices que eran ellos juntos. De hecho siempre buscaba excusas para ir a su casa, como “está lloviendo”, “Hace mucho que no nos vemos”, la clásica; “estaba de paso y quise venir a saludar” e incluso “eh, creo que me están persiguiendo, ¿no me dejarían ocultarme aquí unos momentos?”
Ellos siempre aceptaban, por más patética o ridícula que resultase mi razón para hacerlo, después de todo a ellos también les encantaba tenerme en su casa.

Aunque… todo cambio el último día en que fui a su casa, ese día, fue el día en que lleve a mi mejor amigo a su casa.

Edmund se llamaba y se sigue llamando así pero él y yo ya no somos amigos.

Como sea.

Él se mostraba muy reacio a ir a la casa de Natalie, pues en el pasado él se había enamorado de Natalie, pero jamás se lo había dicho. Tampoco se lo iba a decir ahora que estaba casada. Pero el mayor problema era que estaba profundamente celoso del esposo de mi amiga y jamás se había presentado frente a ambos maridos desde la boda, que al igual que cuando fue a la casa de Natalie, él había sido forzado por mí a que fuera. Muchas veces discutimos sobre su situación, pero jamás hizo caso alguno, y esa fue la mayor razón para que pasara lo que paso.

En fin, estábamos en la casa del matrimonio y George, el esposo de Natalie y yo estábamos hablando como siempre tranquilos en la sala, pero Edmund estaba muy callado, lo más seguro era que él estaba incómodo. Natalie por lo tanto había salido a comprar varias cosas para preparar la comida.

George se ausento un momento en lo que iba por algo de beber y dejó que la bebé se paseara por la sala en la alfombra blanca y mullida del piso. Mientras que yo me tome el tiempo y rememore los buenos momentos en que la sala había escuchado nuestras risas y la chimenea nos había reconfortado en las noches frías de invierno. No traté de sacarle conversación a Edmund, porque sabía que estaba de malas, sin embargo estaba seguro de que se calmaría y con dos o tres visitas se le quitaría lo cascarrabias.

Termine de observar la habitación y decidí ir al baño. Otro error.

Pasaron unos minutos y salí de este reconfortado por que el tanque estaba vacío, cuando oí.

-¡¡¡Mía!!! –George gritaba y corrí a la sala para ver qué era lo que estaba sucediendo.

Mientras más me acercaba, más aumentaba el rumor de un olor quemado. Me acerque a la sala y se encontraba en llamas, la casa se incendiaba. Lo más preocupante era que Mía había estado en la sala antes de que yo fuera al baño y lo más seguro era que todavía estaba ahí.

George estaba desesperado del otro lado de la sala, suplicando que su hija estuviera bien, y Edmund, desaparecido…

El esposo de Natalie no lo pudo soportar más y saltó dentro del fuego que lamia las paredes y ventanas, alejándose del centro de la estancia a pesar de estar hecha casi por completo de una alfombra aparentemente inflamable.

-¡George! ¡¿Qué haces?! –Le grite, pero su instinto paternal era más fuerte que su razón y no me escuchó, se lanzó a las llamas y busco a la bebé. Y yo me quede ahí parado sin hacer nada, impotente, siguiendo mi sentido común. Eso fue lo que me salvó de la muerte. Pues no pasó mucho antes de que las flamas debilitaran los cimientos de la casa de madera y segundos después, una de las paredes colapso, lo que causó que el techo de la sala cayera sobre George, luego le siguió un efecto en cadena y toda la casa se derrumbó encima de nosotros.

No supe muy bien lo que paso después, estuve inconsciente por tres días desde el incidente. Solo me enteré de que cuando Natalie regreso a su casa, vio la escena, lloro desconsolada, por su esposo e hija. Pero el problema fue que lo que vio no fue un accidente, lo que vio fue un homicidio.

En cuanto supe la noticia, hui del hospital sin que me dieran de alta, sabía que tenía que proteger a Edmund, sabia lo impulsiva que era Natalie, de hecho la edad con la que empezó su perfecto matrimonio había sido a los dieciséis años. Lo más seguro era que no dudaría en tratar de vengarse de su amigo, pues todo lo apuntaba. Tenía motivo y por si fuera poco, había desaparecido sin dejar rastro al momento del incendio.

No sabía dónde estaba, pero lo más obvio era irlo a buscar a su casa. Juro que me veía ridículo corriendo por las calles en bata de hospital, con un yeso en el pie izquierdo y otro en el brazo derecho. Pero llegue.

Y tal como lo esperaba, Edmund yacía en el piso sobre un charco formado por su propia sangre.

-¡Maldita! ¡Me apuñalo! ¡Cuando le estaba dando mis condolencias! –Gruño Edmund cuando se dio cuenta de mi presencia. Sonaba entrecortado y al borde del colapso, era claro que estaba ahí desde hace unas horas. Lo primero que hice fue llamar a una ambulancia y…


Esperen…, no quiero que piensen que este relato se convertirá en alguna historia melodramática sobre sentimientos, puede que sea así ahora, pero conforme vallamos avanzando se darán cuenta de que no es así como se desarrollará, solo esperen y verán.

Je je, un melodrama sentimental… que buen chiste.


Continuando con la historia. Después de ir al hospital con Edmund, fui a confrontar a Natalie por lo que había hecho. Concia lo impulsiva que era, pero apuñalar a Edmund por un homicidio sin pruebas ¡era demasiado!

No tarde en llegar al apartamento que Ella estaba rentando en el centro de la ciudad, gracias a la ayuda de unos vecinos conmovidos por su pobre estado de viuda, en ese momento pensaba que ella no se merecía ese dinero, no se merecía que la ayudaran después de agredir a mi mejor amigo. Estaba colérico y eso solo fue otro eslabón para que la cadena pudiera dar rienda suelta al odio que después nacería en nuestros corazones llenos de una roja furia.

Tan pronto llegue, llame a su puerta a puñetazos deseando colérico que apareciera enfrente de mí y justo en cuanto la puerta se abrió un poco yo la empujé, tomé a Natalie y le di una cachetada con toda la ira que mi ser albergaba en su alma.

Ella calló al suelo en el acto y comenzó a llorar, pero no me conmovió en absoluto. No podía ser que yo fuera blando con ella, no después de lo que había hecho.

-¡¡¡¿¿¿A qué crees que estás jugando???!!! –Le grité enfurecido.

Y ella solo volteó la mirada avergonzada.

-¡¡¡Eh, contéstame!!! –Exigía una respuesta que no podía ser dada, aunque lo único que deseaba era humillarla más, para que se arrepintiera.

-Él lo hizo… -Habló al fin. –¡Yo lo sé! –Gritó y luego se rompió en sollozos. –Sabía que estaba celoso de George, lo odiaba porque lo preferí a él antes que a sí mismo. –Se limpió el rostro enjuagado en lágrimas y me miro con una intensidad que jamás había visto en ella. –¡No lo defiendas, no se lo merece!

-¡Tú no tienes derecho a acusarlo… -No podía contener los gritos, ni apiadarme de su alma afligida por la pérdida de su ser más querido. –… y menos aun cuando tú fuiste la única que no presenció el incidente!

-Créeme… -El llanto opacaba su voz. –Yo… lo sé.

-No. –Fue mi respuesta definitiva. –Y si te atreves a acercarte a Edmund de nuevo. –Esta vez yo fui el de la mirada intensa. –Te mato. –Y me alejé de la pobre chica que buscaba ser escuchada y consolada de su dolor, asegurando el odio entre nosotros tres.

Después de ese evento todo se precipitó en una espiral descendente, por donde caía nuestra amistad hacia el más profundo de los olvidos. Bueno esa fue la razón por la que esta Natalie y yo empezamos a odiarnos descomunalmente, pero aún falta ver el porqué del desprecio entre Edmund mi mejor amigo y mi triste persona que no pudo alejarse del vacío de la enemistad antes de que fuera demasiado tarde.